viernes, 21 de septiembre de 2012

"Cuando te vas" parte final~


Esta es la parte final de "Cuando te vas", espero sea de su agrado.
Besos y gracias por leer :)




 El deporte le ayudaba a relajarse y a su querido Zaru también le agradaba correr junto al rubio.
Un hermoso cachorro de casi 6 meses, corría como loco por el pequeño parque donde su amo se ejercitaba cada mañana. En algunas ocasiones Bill solía acompañarlos; aunque solo caminaba, los ejercicios no eran lo suyo, prefería una dieta balanceada y beber mucha agua.

Una hora después amo y cachorro partían a casa; Gustav a darse un buen baño, Zaru a tomar agua y calmar su agitada respiración que lo hacía mantener fuera su lengua.

                                                  
                                                             ***


—Hola amor ¿Cómo va todo?

¡Gusti! Todo va muy bien, pronto regresaré eran las palabras al otro lado de la línea.

Eso es genial, te extraño mucho —le decía el rubio con una sonrisa— Zaru está muy intranquilo también.

En pocos días estoy en casa, dile que lo quiero.

Eso no es justo —soltó el rubio con un puchero—. Ese traidor me las va a pagar.

Al otro lado de la linea Bill reia por los celos de su querido novio, por supuesto en
broma.

No seas celoso, aliméntalo bien y tu también come sano.

El rubio caminaba por la habitación buscando su lentes, nada más hermoso que escuchar a su querido Bill antes de ir al trabajo.

—Esta bien cariño, estoy por salir. El perro está cansado, lo saqué a correr, ya sabes.

Entonces dormirá toda la mañana, ojalá no destroce nadase escuchaba la voz de mujer cerca del modelo—. Buen día amor, estoy de salida también, en cuanto llegue te cuento todo. Muchos besos.

Un abrazo, espero tu pronto regreso mi amor. Adios.



                                                                 ***

Era la hora de la cena, tenía hambre pero comer solo no era muy bueno.
Tomó un vaso de leche, se fué a la sala de estar en donde estaba su perro dormido en su cama,  le permitió estar allí por que llovía, también por no sentirse triste. El animalito lo adoptó Bill de una perrera, al principio se negó, luego lo pensó mejor y aceptó.

Zaru era su fiel compañero cada mañana, disfrutaban de ese tiempo juntos.
 Después de media hora en la ducha, Gustav salió a ponerse la ropa para ir a su oficina, se entretuvo en el baño mirando las cosas de Bill, su cepillo de dientes junto al suyo, su pasta para mantener esa linda y blanca sonrisa; como todo ser humano tenía sus cosas extrañas. No lograba comprender el porqué de tantos productos de aseo, si con shampoo y jabón para él era suficiente. En un pequeño esquinero había productos de cabello, cremas extrañas con grumos que raspaban la piel, jabón de varios colores, sales. Una sonrisa en sus labios se dibujó al ver la botella extraña que contenía shampoo, no podía negar que le gustaba ese olor dulzon.
 En algunos momentos era desesperante, todo en el apartamento le recordaba a su Bill, después de ponerse un poco de colonia se detuvo y con manos temblorosas tomó uno de los perfumes del hermoso modelo y lo llevó hasta su nariz; era increíble la forma en que lo transportaba al pasado recordando la primera vez que ellos estuvieron en el apartamento del modelo. Las muchas sonrisas que le regaló, lo hermoso que se veía con su negro cabello muy lacio hasta sus hombros, sus ojos acentuados con una sombra marrón oscuro y algo de delineador negro.
Sin contenerse le dijo “hueles tan bien”, Bill le regaló un hermoso rubor.


                                                             ***


No recordaba si antes de Bill le había gustado otro hombre, salía con mujeres pero era por presión de sus compañeros de universidad. Ellas no significaban nada en su vida, siempre tan interesadas en el mejor partido, no era de una posición económica alta, mas tampoco era pobre. Si hablaban de belleza no podía calificarse como un hombre atractivo físicamente, Gustav sabía que había heredado la baja estatura de parte de la familia de su madre, sumado a eso tenía dificultades para ver bien; por ello usaba lentes.
Por otro lado Bill era como un ser místico, alguien salido de un sueño o de algún cuento. Era hasta 10 cm más alto, su piel tan blanca  y suave incitaba a pecar solo con mirarlo.
El rubio no entendía como un chico tan atractivo se enamoró de él, con cada mirada, cada gesto se daba cuenta de cuanto el modelo lo amaba. Las pocas veces que miraban películas en su pequeña salita se acostaba  de largo y ponía su cabeza en las piernas del modelo; este le masajeaba el cuero cabelludo y le decía que su cabello era tan suave y hermoso, parecía que tenía una fijación por el color rubio de sus desordenados cabellos.

 A veces bromeaba diciendo “si fuese mujer me gustaría que nuestros hijos sean rubios como tu Gusti”.
Gustav sonreía ante los recuerdos  de las ocurrencias del más joven, Bill tenía casi veintitrés años.
Estar en la oficina era muy cansado, cuando Bill estaba en casa era más llevadero. Cada caso era peor que el otro.

El modelo era tan conocido en el mundo de la moda y no pasaba desapercibido en ningún lado, los compañeros de Gustav sentían envidia de la supuesta “suerte” del rubio, era el más tranquilo de todos y se encontró a una “preciosidad”, era lo que decían cuando se referían a Bill. Gustav lo llamaba destino, al principio dudó mucho. El interés que mostraba por él era por decir poco “increíble”, en cada desfile o sesión de fotos seguro y conocía muchas personas bastante interesantes, atractivas y con el interés necesario en él; Bill  le aseguró en muchas ocasiones  que no podría estar con alguien de ese medio.

Extrañarlo tanto lo hacía sentirse enfermo, llegada la noche no comía casi nada. El almuerzo era diferente, con los casos que tenía a cargo y los dolores de cabeza por no poder resolverlos en menos tiempo le obligaban a comer a veces demás, la ansiedad por las presiones de los clientes, del mismo bufete.
Al llegar a casa todo era tan triste, los deseos de tener a Bill en sus brazos le llenaba de alegría y el hambre no se hacía presente,  deseaba abrazarlo por la espalda, hacerle muchas cosquillas hasta que caía al piso muerto de la risa. Le atribuía a su delgadez el ser tan sensible al tacto, aunque era posible que eso pasava por que el rubio descubrió esos lugares tan especiales.

Esa noche Gustav dejó dormir a su mascota en su habitación, la lluvia se hizo presente casi todos los días de esa semana por la noche. Zaru lloraba cuando esto ocurría, no era la primera ni la última vez. A veces Bill lo llevaba para pasar alguna que otra noche con ellos, tenía una tradicional forma  de despertarlos.

Era el día en que Bill llegaría en la mañana o al medio día, el animalito empezó a ladrar cerca de la ventana, luego cerca de la cabeza del rubio hasta lograr despertarlo del todo.
Por costumbre miró el lado en donde debería estar Bill con su cabello negro desparramado por toda la almohada, una de sus manos bajo su rostro y la otra tomando alguna de las prendas de Gustav. Se dio una cachetada mental, pero en unas horas lo tendría en su oficina avisándole que ya llegó y mostrando las cosas que había traído, hablando cual cotorra como cada regreso de esos odiosos viajes que al rubio no le gustaban del todo. Era su trabajo era cierto, no podía simplemente decirle que no lo haga, eso hacía feliz a su lindo novio.
La rutina  fue la de siempre, estaba en su oficina con un cliente. Su teléfono sonó, se disculpó y salió a contestar cerca de recepción. Era Bill avisando que su vuelo se retrasó, había una fuerte tormenta en la ciudad en donde se encontraba.
Para Gustav el cielo se le cayó encima literalmente, quería estar cerca del modelo, lo extrañaba tanto.

Lo necesitaba a su lado.

Con calma le dijo que esperara tranquilo y que le llame si necesitaba algo, planeaba  partir en el  primer vuelo a verlo. Era la primera vez que pasaba eso y faltaba tan poco para su cumpleaños.
Despidió a los clientes aduciendo un problema familiar. Ellos entendieron, era uno de los abogados más confiables de la ciudad. El dueño del bufete no cooperó con sus planes, le hizo ver que se estaba apresurando, eso era cosa de siempre. El clima andaba bastante loco en muchas partes del mundo.
Gustav lo analizó un poco y decidió esperar noticias. 


                                                               ***


La aerolínea les comunicó que ese día de todas formas el vuelo salía a su destino.
Gustav se sentía lo bastante cansado como para quitarse la ropa de oficina, eran cerca de las 9 de la noche y el modelo no llegaba. La última vez que hablaron le dijo que estaría a las 8 en casa.


Fue hasta su habitación a traer la pequeña manta para esperarlo en el sofá de la sala.
Zaru había comido sus croquetas antes de eso y estaba en la sala igual de triste que su rubio dueño, por la suave llovizna le permitió estar en la sala en su pequeña cama. El cachorro no podía encontrar una buena posición para dormir, daba muchas vueltas.

Los segundos parecían años.

Gustav pensaba que todo estaba en su contra. Bill no llegaba, su jefe no le dio el permiso que solicitaba para ir cuando menos hasta el aeropuerto a esperarle, como si fuera poco tenía un inmenso dolor de cabeza.
Poco a poco se quedó dormido, el cansancio y la preocupación lo dejaron exausto.

Sentía humedad en su rostro, pensó que era el cachorro. Tomó la manta y se cubrió todo el rostro con ella, segundos después sentía que se la quitaban, pero no podía ser el perro sentía mucha fuerza de la otra parte.
Abrió un ojo haciendo mucho esfuerzo, le dolió hacerlo, segundos después el otro. La luz de la calle era toda la iluminación, pero esa silueta no necesitaba tanta luz, solo bastaba levantar  la mirada y saber quien era. Se puso sus lentes que dejó cerca en la mesita de centro.

—Bill —susurró, luego se sentó tratando de aclarar su garganta.

—¡FELIZ CUMPLEAÑOS MI AMOR!

La alegría en su voz era tan palpable, el rubio no contestó nada, se levantó lo más rápido que su cuerpo le permitió y lo estrechó en sus brazos.

—Te extrañé tanto Bill, sentía que me iba a volver loco sin ti.

Un sorprendido modelo se dejó abrazar sin decir nada, no era por el abrazo, eran las palabras y el tono en la voz de su novio.

—Gracias por estar aquí mi amor —soltó Gustav después de varios segundos de silencio.

—Siento tanto no haber llegado a tiempo para desearte un feliz cumpleaños Gusti, el puto clima hace lo que quiere con nosotros los pobres mortales.

El rubio rio un poco por las últimas palabras, sin dejar de abrazarlo de manera posesiva. Sus ojos miraron al reloj  en una de las pardes, eran las las 12 y  media del 8 de septiembre.

—Dijiste que llegarías antes ¿Pasó algo? ¿Estás bien?

—El vuelo se demoró un poco más de tiempo por lo de la tormenta, la velocidad fue menor a la que normalmente hacen los vuelos con un buen clima.
Estoy bien y  feliz de estar aquí contigo.

Se deshicieron del abrazo y el modelo se dio una pequeña vuelta para que su querido novio vea que estaba diciendo la verdad.
El rubio se le acercó y posó una mano en su cintura, luego con la otra su rostro y acercó al suyo. El modelo se dejó hacer, se fundieron en un beso necesitado y deseado.
Disfrutaron todo lo que pudieron del beso.
Al separarse un Bill ruborizado se derretía cual hielo ante las suaves caricias que le otorgaba su novio en la espalda con una de sus manos.
El cachorro yacía sentado cerca moviendo su colita, fue darse cuenta de eso y dejar votado al rubio para ir a acariciar al perrito.
Lo tomó en brazos, acarició su cabecita y le dio unos cuantos besos.

—¡Bill! No beses al perro, yo soy tu novio.

El modeló rio por tales palabras, en ocasiones su novio parecía un niño de pre-escolar haciendo pucheros y berrinches.

—Esta bien mi querido novio cumpleañero, dejaré al cachorro.

El animalito fue dejado en su cama, el rubio tomó de la mano a su querido Bill y lo hizo sentarse en su regazo para acariciarlo y darle todos los besos que se había guardado en esos largos días de ausencia.

—Gusti te traje muchos regalos, ojalá te gusten y si no es así finge que si O.K.

Gustav asintió y el modeló corrió hasta sus maletas y abrió una de ellas, tomó una caja pequeña y otra caja que estaba en el piso; esta era bastante grande.
El rubio tenía curiosidad por saber el contenido de ambas cajas, Bill caminó con dificultad.
Le tendió la caja pequeña y le instó a abrirlo, al hacerlo se encontró con una pequeña estatua de algún material un tanto pesado, eran dos hombres juntos, uno algo más alto y el otro de cuerpo más ancho. No pensó tanto, era claro que esa imagen era de ellos dos.

—Esto es hermoso, hasta tiene tus cabellos —expresó Gustav señalando a la imagen de el hombre más alto.

—Desde luego Gusti si somos tú y yo,  hace algún tiempo tenía en mente eso. Encontré en la ciudad un artesano y le dije lo que quería, hasta llevé fotos de nosotros.

Luego colocó en la pequeña mesita de centro la caja grande. El rubio se acercó y sacó la tapa de esta, dentro había un hermoso pastel de color blanco y decorado con letras rojas, en los bordes algunos corazones de rojo también.
En el centro se apreciaba un “Ich Liebe Dich Gusti” de color rojo, seguro era algún dulce de esos que tanto le gustaban al rubio y que el modelo sabía muy bien. Una pequeña velita fue puesta en el centro y encendida tan pronto que al minuto Gustav ya tenía que apagarla y pedir su deseo. Nunca ponían en sus pasteles el típico “ feliz cumpleaños…”.
Bill tomó un poco de pastel y le puso en la nariz al rubio, este se rio y tomó otro poco de dulce del pastel para comerlo.
Bill te extraño mucho cuando te vas, quisiera estar siempre a tu lado.

El modelo lo miró, entonces decidió que era el momento.

—Gustav, ¿Te gustaría casarte conmigo?

   
    ~FIN~

viernes, 14 de septiembre de 2012

"Cuando te vas"

Historia basada en la cancion When You're gone(Avril Lavigne)

Se abrazó a una de las almohadas, aún sentía el olor de su amado novio en ella.

Desde que se comprometieron, decidieron vivir en el apartamento de Gustav;  porque este  estaba menosal alcance de gente curiosa, los fans de su novio o fotógrafos. Se dio la vuelta miró el espacio vacío en el lado donde debería de estar él, con su gran  sonrisa de hermosos dientes tan blancos. El día anterior hablaron por teléfono antes de que se fuese a dormir, pero la distancia a pesar de que ya habían pasado casi un año con esa rutina le hacía sentirse bastante triste.

Se levantó de la cama  para ir hasta el baño y lavarse la cara, de ese modo empezar su atareado día. Gustav era abogado. Su cabello tan rubio como un reflejo de sol estaba muy desordenado. Se miró en el espejo, extrañando nuevamente a su amado novio, cuando estaba en casa se acercaba lentamente, le abrazaba por atrás y veían por varios segundos sus reflejos. Luego sonreía y le daba la vuelta para darle un beso en el rostro con un suave “buen día amor”.

La sonrisa le llegó al recordar el día en que se conocieron, el bufete en el que trabajaba estaba a cargo de la parte legal de una revista, él fue el elegido para llevar a cabo dicho trabajo. Fue verle bajar del auto y quedar prendado de su belleza, estaba hablando por teléfono a las afueras del edificio de dicha revista, al mirar a su derecha un auto se estacionó y de este bajó un chico con el cabello negro, lentes oscuros, un bolso bastante grande. 
Lucía hermoso con los jeans, camiseta  y zapatillas, colgó pronto sin ser descortés con su secretaria.

El joven de cabello negro ingresó al edificio seguido de una joven de cabello rubio, Gustav camino entrando también, llegó al ascensor segundos después los otros que ya estaban dentro, les preguntó a que piso se dirigían y para su sorpresa era el mismo al que iba.
Las cosas se dieron tan rápido, el asunto era que querían contratar al joven que para ese momento ya sabía que se llamaba Bill, este renunció a su antiguo contrato incumpliendo con varias clausulas. Gustav los asesoró lo mejor que pudo, Bill estaba muy agradecido con la revista y con el rubio también, ese día lo invitó a su apartamento a comer y luego quizá a tomar alguna cerveza.
A esta invitación le siguieron algunas más de ambas partes, seis meses después ya eran pareja. Bill sentía algo muy especial por su rubio abogado, también se sumaba a esto lo protegido que se sentía a su lado.

Se aseó lo mas tranquilo posible, salió del baño caminó a su pequeña cocina para servirse un vaso de leche. Si  Bill lo encontrase tomando solo eso de desayuno tenía por seguro que ardía Troya. En la cocina estaba los utensilios que usaba el  modelo para reparar postres, Gustav lo miraba con tanto cariño y eso hacía que lo extrañe más. En su apartamento tenía tres habitaciones, la que compartía con su novio, su estudio y la otra era como la habitación privada de Bill, las muchas veces que iba a esa habitación era para no sentirse tan solo. En ocasiones el modelo pasaba casi una semana fuera de casa. Ese lugar estaba repleto de sus cosas, ropa, accesorios, maquillaje entre otros objetos.
Ya eran dos días desde que se fue, tenía un desfile importante en otro país. Ariadna era la joven rubia que acompañaba al modelo a todos lados, era su asistente personal. Gustav se quedaba menos preocupado siempre que ella lo acompañaba, aunque en ocasiones esta enfermaba y Bill se iba solo a cumplir con sus deberes.
El modelo era como el azúcar en su vida, antes de conocerlo todo era tan monótono. Del trabajo a la casa, algunos fines de semana iba de visita a casa de sus padres o algún otro familiar. Con sus veintiséis años todo seguía igual, claro, hasta que Bill apareció con su sonrisa, su loca forma de ser. El se dejaba arrastrar complaciendo en todo a su  novio, este amaba ir a bailar, también le gustaba los viajes, él siempre entusiasta. Gustav era feliz con eso, en esos momentos le agradecía al cielo por haber conocido a esa persona especial.
Bill veía todo de manera tan positiva, casi nunca peleaban. El rubio le echaba la culpa al poco tiempo que pasaban juntos, estaban de acuerdo que no había tiempo de pelear pues la reconciliación sería más difícil aún.

Cada esquina o lo que sea de su apartamento le recordaban que Bill no estaba, lo mucho que lo extrañaba, lo feliz que le hacia escucharlo cuando menos unos minutos al día.
Dejó de pensar en su tristeza para ir a su habitación, tenia que agradecer a la tecnología pues gracias a eso ellos podían comunicarse, a veces eran video llamadas, muchos mensajes tanto escritos como de voz.
Le escribió un breve mensaje pero se moría de ganas por escuchar su suave voz, el modelo le dijo la noche anterior que se sentía muy cansado que en cuanto despertase le llamaba.
Faltaban escasos tres días para el cumpleaños del rubio, cumpliría veintiocho y casi dos años como pareja de Bill, a veces se sentía tan irreal, hasta el aire que respiraba le daba la sensación que era el olor a su ausente novio.

Se miró la espalda en el espejo que estaba ubicado cerca de  la cama, en ella se tatuó dos alas como símbolo de al gran amor que sentía por su novio, el modelo le dijo que eso era muy hermoso de su parte (aunque sus palabras reales fueron “que dulce").

Bill solía acostarse en el sofá hasta quedar profundamente dormido, Gustav lo llevaba en brazos hasta la alcoba las veces que por trabajo él llegaba tarde, la manta que el modelo llevaba consigo en esas ocasiones se dejó ver bajo una pila de ropa de cama dentro del armario en donde el rubio buscaba sus zapatillas para salir a correr y despejar su mente.


Los segundos, minutos y horas pasaban tan lento que era desesperante. Esperaba con ansias la llegada de Bill pero para ello faltaban dos días, el modelo prometió llegar un día antes de su cumpleaños