Esta es la parte final de "Cuando te vas", espero sea de su agrado.
Besos y gracias por leer :)
El deporte le ayudaba a relajarse y a su querido
Zaru también le agradaba correr junto al rubio.
Un hermoso cachorro de casi 6 meses, corría como
loco por el pequeño parque donde su amo se ejercitaba cada mañana. En algunas
ocasiones Bill solía acompañarlos; aunque solo caminaba, los ejercicios no eran
lo suyo, prefería una dieta balanceada y beber mucha agua.
Una hora después amo y cachorro partían a casa;
Gustav a darse un buen baño, Zaru a tomar agua y calmar su agitada respiración
que lo hacía mantener fuera su lengua.
***
—Hola amor ¿Cómo va todo?
—¡Gusti! Todo va muy bien, pronto
regresaré —eran
las palabras al otro lado de la línea.
—Eso
es genial, te extraño mucho —le decía el rubio con una sonrisa— Zaru está muy
intranquilo también.
—En pocos días estoy en casa, dile que
lo quiero.
—Eso
no es justo —soltó el rubio con un puchero—. Ese traidor me las va a pagar.
Al otro lado de la linea Bill reia por los celos de
su querido novio, por supuesto en
broma.
—No seas celoso, aliméntalo bien y
tu también come sano.
El rubio caminaba por la habitación buscando su
lentes, nada más hermoso que escuchar a su querido Bill antes de ir al trabajo.
—Esta bien cariño, estoy por salir. El perro está
cansado, lo saqué a correr, ya sabes.
—Entonces dormirá toda la mañana,
ojalá no destroce nada —se
escuchaba la voz de mujer cerca del modelo—. Buen día amor, estoy de salida también, en cuanto llegue te cuento
todo. Muchos besos.
—Un
abrazo, espero tu pronto regreso mi amor. Adios.
***
Era la hora de la cena, tenía hambre pero comer solo
no era muy bueno.
Tomó un vaso de leche, se fué a la sala de estar en
donde estaba su perro dormido en su cama,
le permitió estar allí por que llovía, también por no sentirse triste.
El animalito lo adoptó Bill de una perrera, al principio se negó,
luego lo pensó mejor y aceptó.
Zaru era su fiel compañero cada mañana,
disfrutaban de ese tiempo juntos.
Después de media hora en la ducha, Gustav salió a
ponerse la ropa para ir a su oficina, se entretuvo en el baño mirando las cosas de Bill, su cepillo de dientes junto al suyo, su pasta para mantener esa linda
y blanca sonrisa; como todo ser humano tenía sus cosas extrañas. No lograba
comprender el porqué de tantos productos de aseo, si con shampoo y jabón para él
era suficiente. En un pequeño esquinero había productos de cabello, cremas
extrañas con grumos que raspaban la piel, jabón de varios colores, sales. Una
sonrisa en sus labios se dibujó al ver la botella extraña que contenía shampoo,
no podía negar que le gustaba ese olor dulzon.
En algunos
momentos era desesperante, todo en el apartamento le recordaba a su Bill,
después de ponerse un poco de colonia se detuvo y con manos temblorosas tomó
uno de los perfumes del hermoso modelo y lo llevó hasta su nariz; era increíble
la forma en que lo transportaba al pasado recordando la primera vez que ellos
estuvieron en el apartamento del modelo. Las muchas sonrisas que le regaló, lo
hermoso que se veía con su negro cabello muy lacio hasta sus hombros, sus ojos
acentuados con una sombra marrón oscuro y algo de delineador negro.
Sin contenerse le dijo “hueles tan bien”, Bill le
regaló un hermoso rubor.
***
No recordaba si antes de Bill le había gustado otro
hombre, salía con mujeres pero era por presión de sus compañeros de
universidad. Ellas no significaban nada en su vida, siempre tan interesadas en
el mejor partido, no era de una posición económica alta, mas tampoco era pobre.
Si hablaban de belleza no podía calificarse como un hombre atractivo
físicamente, Gustav sabía que había heredado la baja estatura de parte de la
familia de su madre, sumado a eso tenía dificultades para ver bien; por ello
usaba lentes.
Por otro lado Bill era como un ser místico, alguien
salido de un sueño o de algún cuento. Era hasta 10 cm más alto, su piel tan
blanca y suave incitaba a pecar solo con
mirarlo.
El rubio no entendía como un chico tan atractivo se
enamoró de él, con cada mirada, cada gesto se daba cuenta de cuanto el modelo
lo amaba. Las pocas veces que miraban películas en su pequeña salita se
acostaba de largo y ponía su cabeza en
las piernas del modelo; este le masajeaba el cuero cabelludo y le decía que su
cabello era tan suave y hermoso, parecía que tenía una fijación por el color
rubio de sus desordenados cabellos.
A veces bromeaba
diciendo “si fuese mujer me gustaría que
nuestros hijos sean rubios como tu Gusti”.
Gustav sonreía ante los recuerdos de las ocurrencias del más joven, Bill tenía
casi veintitrés años.
Estar en la oficina era muy cansado, cuando Bill estaba
en casa era más llevadero. Cada caso era peor que el otro.
El modelo era tan conocido en el mundo de la moda y
no pasaba desapercibido en ningún lado, los compañeros de Gustav sentían
envidia de la supuesta “suerte” del rubio, era el más tranquilo de todos y se
encontró a una “preciosidad”, era lo que decían cuando se referían a Bill.
Gustav lo llamaba destino, al principio dudó mucho. El interés que mostraba por
él era por decir poco “increíble”, en cada desfile o sesión de fotos seguro y
conocía muchas personas bastante interesantes, atractivas y con el interés
necesario en él; Bill le aseguró en
muchas ocasiones que no podría estar con
alguien de ese medio.
Extrañarlo tanto lo hacía sentirse enfermo, llegada
la noche no comía casi nada. El almuerzo era diferente, con los casos que tenía
a cargo y los dolores de cabeza por no poder resolverlos en menos tiempo le
obligaban a comer a veces demás, la ansiedad por las presiones de los clientes,
del mismo bufete.
Al llegar a casa todo era tan triste, los deseos de tener
a Bill en sus brazos le llenaba de alegría y el hambre no se hacía presente, deseaba abrazarlo por la espalda, hacerle
muchas cosquillas hasta que caía al piso muerto de la risa. Le atribuía a su
delgadez el ser tan sensible al tacto, aunque era posible que eso pasava por
que el rubio descubrió esos lugares tan especiales.
Esa noche Gustav dejó dormir a su mascota en su
habitación, la lluvia se hizo presente casi todos los días de esa semana por la
noche. Zaru lloraba cuando esto ocurría, no era la primera ni la última vez. A
veces Bill lo llevaba para pasar alguna que otra noche con ellos, tenía una
tradicional forma de despertarlos.
Era el día en que Bill llegaría en la mañana o al
medio día, el animalito empezó a ladrar cerca de la ventana, luego cerca de la
cabeza del rubio hasta lograr despertarlo del todo.
Por costumbre miró el lado en donde debería estar
Bill con su cabello negro desparramado por toda la almohada, una de sus manos
bajo su rostro y la otra tomando alguna de las prendas de Gustav. Se dio una
cachetada mental, pero en unas horas lo tendría en su oficina avisándole que ya
llegó y mostrando las cosas que había traído, hablando cual cotorra como cada
regreso de esos odiosos viajes que al rubio no le gustaban del todo. Era su
trabajo era cierto, no podía simplemente decirle que no lo haga, eso hacía
feliz a su lindo novio.
La rutina fue
la de siempre, estaba en su oficina con un cliente. Su teléfono sonó, se
disculpó y salió a contestar cerca de recepción. Era Bill avisando que su vuelo
se retrasó, había una fuerte tormenta en la ciudad en donde se encontraba.
Para Gustav el cielo se le cayó encima literalmente,
quería estar cerca del modelo, lo extrañaba tanto.
Lo necesitaba a su lado.
Con calma le dijo que esperara tranquilo y que le
llame si necesitaba algo, planeaba
partir en el primer vuelo a
verlo. Era la primera vez que pasaba eso y faltaba tan poco para su cumpleaños.
Despidió a los clientes aduciendo un problema
familiar. Ellos entendieron, era uno de los abogados más confiables de la
ciudad. El dueño del bufete no cooperó con sus planes, le hizo ver que se
estaba apresurando, eso era cosa de siempre. El clima andaba bastante loco en
muchas partes del mundo.
Gustav lo analizó un poco y decidió esperar
noticias.
***
La aerolínea les comunicó que ese día de todas
formas el vuelo salía a su destino.
Gustav se sentía lo bastante cansado como para
quitarse la ropa de oficina, eran cerca de las 9 de la noche y el modelo no
llegaba. La última vez que hablaron le dijo que estaría a las 8 en casa.
Fue hasta su habitación a traer la pequeña manta
para esperarlo en el sofá de la sala.
Zaru había comido sus croquetas antes de eso y
estaba en la sala igual de triste que su rubio dueño, por la suave llovizna le
permitió estar en la sala en su pequeña cama. El cachorro no podía encontrar
una buena posición para dormir, daba muchas vueltas.
Los segundos parecían años.
Gustav pensaba que todo estaba en su contra. Bill no
llegaba, su jefe no le dio el permiso que solicitaba para ir cuando menos hasta
el aeropuerto a esperarle, como si fuera poco tenía un inmenso dolor de cabeza.
Poco a poco se quedó dormido, el cansancio y la
preocupación lo dejaron exausto.
Sentía humedad en su rostro, pensó que era el
cachorro. Tomó la manta y se cubrió todo el rostro con ella, segundos después
sentía que se la quitaban, pero no podía ser el perro sentía mucha fuerza de la
otra parte.
Abrió un ojo haciendo mucho esfuerzo, le dolió
hacerlo, segundos después el otro. La luz de la calle era toda la iluminación,
pero esa silueta no necesitaba tanta luz, solo bastaba levantar la mirada y saber quien era. Se puso sus
lentes que dejó cerca en la mesita de centro.
—Bill —susurró, luego se sentó tratando de aclarar
su garganta.
—¡FELIZ CUMPLEAÑOS MI AMOR!
La alegría en su voz era tan palpable, el rubio no
contestó nada, se levantó lo más rápido que su cuerpo le permitió y lo estrechó
en sus brazos.
—Te extrañé tanto Bill, sentía que me iba a volver
loco sin ti.
Un sorprendido modelo se dejó abrazar sin decir
nada, no era por el abrazo, eran las palabras y el tono en la voz de su novio.
—Gracias por estar aquí mi amor —soltó Gustav
después de varios segundos de silencio.
—Siento tanto no haber llegado a tiempo para
desearte un feliz cumpleaños Gusti, el puto clima hace lo que quiere con
nosotros los pobres mortales.
El rubio rio un poco por las últimas palabras, sin
dejar de abrazarlo de manera posesiva. Sus ojos miraron al reloj en una de las pardes, eran las las 12 y media del 8 de septiembre.
—Dijiste que llegarías antes ¿Pasó algo? ¿Estás bien?
—El vuelo se demoró un poco más de tiempo por lo de
la tormenta, la velocidad fue menor a la que normalmente hacen los vuelos con
un buen clima.
Estoy bien y
feliz de estar aquí contigo.
Se deshicieron del abrazo y el modelo se dio una
pequeña vuelta para que su querido novio vea que estaba diciendo la verdad.
El rubio se le acercó y posó una mano en su cintura,
luego con la otra su rostro y acercó al suyo. El modelo se dejó hacer, se
fundieron en un beso necesitado y deseado.
Disfrutaron todo lo que pudieron del beso.
Al separarse un Bill ruborizado se derretía cual
hielo ante las suaves caricias que le otorgaba su novio en la espalda con una
de sus manos.
El cachorro yacía sentado cerca moviendo su colita,
fue darse cuenta de eso y dejar votado al rubio para ir a acariciar al perrito.
Lo tomó en brazos, acarició su cabecita y le dio
unos cuantos besos.
—¡Bill! No beses al perro, yo soy tu novio.
El modeló rio por tales palabras, en ocasiones su
novio parecía un niño de pre-escolar haciendo pucheros y berrinches.
—Esta bien mi querido novio cumpleañero, dejaré al
cachorro.
El animalito fue dejado en su cama, el rubio tomó de
la mano a su querido Bill y lo hizo sentarse en su regazo para acariciarlo y
darle todos los besos que se había guardado en esos largos días de ausencia.
—Gusti te traje muchos regalos, ojalá te gusten y si
no es así finge que si O.K.
Gustav asintió y el modeló corrió hasta sus maletas
y abrió una de ellas, tomó una caja pequeña y otra caja que estaba en el piso;
esta era bastante grande.
El rubio tenía curiosidad por saber el contenido de
ambas cajas, Bill caminó con dificultad.
Le tendió la caja pequeña y le instó a abrirlo, al
hacerlo se encontró con una pequeña estatua de algún material un tanto pesado,
eran dos hombres juntos, uno algo más alto y el otro de cuerpo más ancho. No
pensó tanto, era claro que esa imagen era de ellos dos.
—Esto es hermoso, hasta tiene tus cabellos —expresó
Gustav señalando a la imagen de el hombre más alto.
—Desde luego Gusti si somos tú y yo, hace algún tiempo tenía en mente eso. Encontré
en la ciudad un artesano y le dije lo que quería, hasta llevé fotos de
nosotros.
Luego colocó en la pequeña mesita de centro la caja
grande. El rubio se acercó y sacó la tapa de esta, dentro había un hermoso
pastel de color blanco y decorado con letras rojas, en los bordes algunos
corazones de rojo también.
En el centro se apreciaba un “Ich Liebe Dich Gusti” de color rojo, seguro era algún dulce de esos
que tanto le gustaban al rubio y que el modelo sabía muy bien. Una pequeña
velita fue puesta en el centro y encendida tan pronto que al minuto Gustav ya
tenía que apagarla y pedir su deseo. Nunca ponían en sus pasteles el típico “
feliz cumpleaños…”.
Bill tomó un poco de pastel y le puso en la nariz al
rubio, este se rio y tomó otro poco de dulce del pastel para comerlo.
—Bill
te extraño mucho cuando te vas, quisiera estar siempre a tu lado.
El modelo lo miró, entonces decidió que era el
momento.
—Gustav, ¿Te gustaría casarte conmigo?
~FIN~